La historia de Javier Zabaleta
Me encuentro relacionado con el judaísmo desde que comencé a estudiar la Biblia con mis amigos en 1978. Nunca fui una persona religiosa en el sentido habitual.
Estudié la Biblia solamente desde una perspectiva «histórica», cronológica y principista; ésa era mi relación con el judaísmo. El tiempo pasó y me convencí de que la Biblia encierra una gran sabiduría, totalmente desconocida en la terminología cristiana habitual. Para mí, esta sabiduría representa y demuestra que la Torá no es sólo un gran caudal lexicológico, sino mucho más que eso.
Este convencimiento interno me hizo romper definitivamente los endebles lazos que aún mantenía con el cristianismo. Nunca fui un miembro regular de la Iglesia Cristiana, y llegué al entendimiento de que la historia judía, tal como se presenta en la Biblia, influye sobre el mundo entero. Y la pregunta que me planteaba era «¿por qué?» ¿Cuál es la fuente de ese poder que ejerce tanta influencia? Ése fue un paso muy grande hacia el judaísmo, y sentí el impulso de profundizar e investigar.
Lo que más curiosidad me inspiraba era la personalidad de Moisés. En ese marco amistoso, mis compañeros y yo fuimos un día a golpear la puerta de la sinagoga central de Lima, que maravillosamente se abrió ante nosotros. Este primer contacto fue asombroso y emocionante. Podrá parecerle extraño, pero sentí que todo me resultaba conocido, como su estuviera en mi casa, no sé explicar por qué. Ese encuentro se produjo en 1980. Desde entonces empezamos a participar en los Kabalot Shabat en la sinagoga.
Siempre nos decían que debíamos estudiar más y más, para ser los «Einstein» del judaísmo. Eso nos conmovió. Lamentablemente, dejamos de asistir porque nuestro «abandono» de los amigos para ir a la comunidad fue mal visto por los otros amigos. Por eso dejé de ir a la sinagoga, pero seguí estudiando Biblia con mis amigos. Siempre añoré los Kabalot Shabat en la sinagoga, y sentía una gran carencia, un vacío en el corazón… Así fue como un día oí que aquí, en el barrio de Komes, en Lima, existe una pequeña comunidad de peruanos que viven como judíos y que cumplen los preceptos.
Fui a conocerlos y el encuentro tuvo lugar en casa de Doña Blanca (Batia) Arguendoña. Oí hablar de ellos a mi amiga Perla, que también había hecho su propia «travesía» hacia el judaísmo. En la casa de Blanca aprendí todo: qué es la Halajá, el Shulján Aruj, las plegarias, cómo cuidar el Shabat; en resumen, aprendí a ser judío. Eso fue en 1994; desde entonces vivo plenamente como judío. Agradezco a la Sra. Blanca, su marido y sus hijos, quienes me ayudaron a llevar a la práctica el judaísmo en forma plena.