La judería italiana remonta sus raíces a la época de los macabeos, con una historia ininterrumpida de más de 2000 años. En el sur de Italia, el pueblo judío se encuentra presente desde antes de la destrucción del Segundo Templo, viviendo la primera etapa con serenidad y prosperidad. Durante casi ocho siglos, los judíos vivieron en Sicilia, hasta que en el año 1493, el edicto de expulsión de los reyes Fernando e Isabel de Castilla, acabó también con las comunidades sicilianas. Estas últimas, debieron elegir entre dos terribles alternativas: el exilio o el bautismo. Muchos judíos sicilianos eligieron el exilio. Los más afortunados fueron a Grecia o a Turquía, donde fundaron nuevas comunidades, otros fueron a Roma o al Reinado de Nápoles, donde recibieron ayuda de Don Ytzjak Abravanel, también él refugiado de España. Pero en 1540, el Rey de Nápoles decidió expulsar a toda la comunidad judía de su reinado, por lo que nuevamente la judería italiana se vio obligada a decidir entre el exilio o el bautismo. Aquellos que se quedaron en Sicilia y el sur de Italia eligieron el camino del cripto-judaísmo, viviendo su judaísmo en secreto y transmitiendo su verdadera identidad a las nuevas generaciones, incluso a costa de su vida o siendo puesto prisioneros en el terrible Palacio de Steri en Palermo. Actualmente, en Catania, Apulia, Nápoles y Palermo, tenemos el mérito de ver muchos de los descendientes de los anusim italianos regresar a sus raíces judías.