Profeta de San Nicandro
Una de las historias más notables de todos los tiempos quedó indeleblemente grabada en los anales del judaísmo diez años atrás, cuando un grupo de italianos abrazó el judaísmo y se radicó en Israel. Esta acción fue el resultado de la convicción en la justicia de las enseñanzas espirituales del Viejo Testamento.
La notable historia de este notable grupo es narrada por Phinn E. Lapide, que tuvo ocasión de conocerlos antes de la Segunda Guerra Mundial. Su libro El profeta de San Nicandro, una aventura moderna en busca de la fe (publicado por Beechhurst Press 11 36th St., NY16), narra una historia fascinante. Es texto se divide en dos partes: «La visión,» que cuenta la historia temprana del descubrimiento del grupo y la aceptación de la nueva fe, y «El camino a Canaán», que describe su radicación en Israel, en donde viven actualmente integrados a toda la población judía.
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El autor, nacido en Canadá y actualmente israelí, dejó su hogar a los 15 años a pesar de las objeciones de sus padres, se capacitó en Inglaterra con la Aliá Juvenil y recibió la inspiración de la difunta Henrietta Szold, que lo impresionó profundamente, trabajó en agricultura en las colonias de la Palestina judía, perfeccionó sus conocimientos de hebreo y árabe, trabajó en guardias contra atacantes árabes, se alistó en la Brigada Judía y luchó en África con las tropas del VIII Cuerpo de Wavell, resultó herido en acción y recibió una condecoración al valor. Viajó por toda Europa y en Italia se encontró con los nuevos judíos de San Nicandro, y se convirtió en su padrino, consejero y líder. Sabe diez idiomas y tiene un diploma de la Universidad de Viena. Actualmente trabaja en el Ministerio de RR.EE. de Israel.
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ASÍ, AFORTUNADAMENTE, el hombre que les salió al encuentro era un israelí capaz de guiarlos hacia su destino.
La historia narrada por Lapide es apasionante del principio al final. Describe los antecedentes de Manduzio como un líder desde la juventud, cuando el futuro «profeta» del grupo volvió lisiado de la Primera Guerra.
Su descubrimiento por parte de Lapide, después de que el sargento israelí Carmi del kibutz Kinéret (Israel), los dejara atrás pensando que la bandera con la Estrella de David que flameaba era una trampa, fue el principio de una serie de sucesos conmovedores. La conversión y las circuncisiones masivas son acontecimientos inusuales en cualquier historia.
Raphaele Cantoni, que fue el primer judío que tomó contacto oficial con el grupo, pospuso un viaje a los Estados Unidos «para asistir a la ceremonia de conversión». El Dr. Ascarelli fue el mohel. El capellán del ejército comentó: No hubo nada como esto (una conversión masiva) desde la conversión al judaísmo de la tribu de los kazares, en el siglo VIII.
«Tuve casos aislados una vez o dos», dijo el Dr Ascarelli, «pero nunca más de dos al mismo tiempo». Junto con Lapide, «el capellán, Cantoni, el Dr. Ascarelli; todos estuvieron presentes», y el gran milagro se convirtió en un hecho histórico en un día también histórico de 1944.
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Inmediatamente después se produjo otro milagro: se debía crear un campamento para sobrevivientes del nazismo. No había suministros, pero sin conocimiento previo, los nuevos judíos recolectaron lo necesario para hacerlo posible.
Entonces ocurrió otro suceso trascendente: los nuevos judíos acudieron voluntariamente en defensa del nuevo Estado de Israel.
Los cinco voluntarios eligieron la ubicación del nuevo lugar de radicación del grupo: Ras el Amar, en la Galilea. Enviaron a buscar a todo el grupo y aunque los cristianos de San Nicandro les ofrecieron exenciones impositivas para que se quedaran, las rechazaron: habían sido convocados a su hogar, en Israel.