Una luz de Janucá en Cuba
Mi nombre es Eliav y vengo de Cuba. Hace exactamente un año, me encontraba celebrando Janucá en la isla de la cual provengo. Desde que comencé mis estudios de judaísmo, y mi búsqueda de la verdad, la celebración de Janucá tiene para mi un especial significado. Remontándonos unos 5 años atrás yo recibiría mi primera Janukkiah (candelabro), de manos de una persona muy generosa y especial la cual reside en New York. Mi candelabro era dorado y tenía la forma de un arpa. Cuando lo recibí venían con el varías cajas de velas para poderlas encender en la fecha en la cual celebramos la victoria que daría Hashem al pueblo judío sobre aquellos que buscaban su destrucción. En cada Janucá yo encendía las velas con mucha emoción. Para mi era una gran Mitzvá realizar todas estas cosas, porque de cierta manera la luz que desprendía esa Janukkiah disipaba la oscuridad espiritual que muchas veces pesaba sobre el lugar del cual provengo.
El tiempo pasó y un día me encontré sin velas para encender, ya que las que había recibido se habían agotado. ¿Sin velas cómo celebraría Janucá? De donde vengo no hay muchas cosas, incluyendo velas para celebración alguna. Es un lugar con muchas carencias, tanto materiales como espirituales. Y ante tal interrogante decidí hacer algo. En varias ocaciones mi ciudad sufría de cortes eléctricos y de apagones pero siempre veía a mi hermana haciendo luz de la nada. Ella ingeniosamente agarraba un pedacito de algodón del tamaño de un pulgar, lo sumergía en aceite comestible, y lo colocaba sobre un recipiente de metal con algunas gotas extras de aceite, y hacía de esto una especie de lámpara artesanal que nos alumbraría durante las noches de apagón. Ya era Janucá y decidí hacer una lámpara como las que hacía mi hermana. Utilicé una tapa metálica que agarré de un frasco de café y seguí el procedimiento. Lo hice durante los ocho días que dura la celebración. Ya tenía mi luz de Janucá, pero a la vez estaba un poco inquieto ya que tenía mis dudas pues no estaba seguro si estaba o no cumpliendo con la halajá, también me abrumaba la idea de no poder tener algo mejor o más bonito que prender. Pero cómo en toda celebración del pueblo judío siempre debemos recordar y aprender algo, tuve mi tiempo para reflexionar sobre esto. Un año más tarde aprendería que según la halajá es suficiente encender una vela y así se cumple con la Mitzvá. Yo me alegré mucho al saber esto. Comprendí que lo más importante es servir a Hashem sin poner excusas, buscar los medios y hacer acciones en vez de quedarnos inmóviles como piedras, sin importar donde te encuentres o que tan densa sea la oscuridad que te rodea. También debemos de tomar en cuenta que así como la luz de Janucá desplaza a la oscuridad, también nuestra luz interior puede desplazar el mal que nos rodea. En este mundo debemos hacer el bien sin excusas. Seguramente D-s proveerá.
Baruj HaShem ya me encuentro en Israel, celebrando por primera vez Janucá en esta tierra bendita. Ahora lo hago con mucha alegría con mucho aceite y con mucha luz.
¡Janucá Sameaj!