Grazia Casavecchia
Soy una madre jóven de 37 años, formo para de la comunidad judía de San Nicandro Garganico. Desde pequeña me han inculcado el judaísmo y me han enseñado Torá, creando y desarrollando, de esta forma, una fuerte lazo con Dios.
A pesar de todo, no siempre la misma realidad fue parte de mi entorno, dado que a mi alrededor siempre hubo gente no judía que actuaba diferente. Sin embargo, tuve fuerza para mantenerme en mi camino y lo más importante es que tuve el apoyo de gente que supo guiarme.
Hablo de los ancianos de nuestra comunidad, y debido a que nosotros somos jóvenes, representamos sus frutos, los cuales ellos plantaron y florecieron con fuerza y belleza. Le agradezco a Dios que esto nos haya pasado esto justo a nosotros.
Gracias a los ancianos de la camunidad, que hoy en día, lamentablemente, comienzan a desaparecer, como velas que se van apagando.
De todas formas, nosotros logramos reflejar su luz y continuar su tarea. Dichos ancianos pasaron hambre y pobreza pero tenían una gran riqueza: la Torá.
Dichos ancianos hasta hoy en día, con lágrimas en los ojos y alegría en el corazón nos permiten vivenciar a través de sus historias el momento en que el pueblo judío se liberó del enemigo nazi, mediante los soldados americanos, y los cuales fueron recibidos por dichos ancianos en el pueblo de San Nicandro y en especial por Manduzio quien los recibió con una bandera de Israel.
Maduzio los fue a recibir junto con los niños de la comunidad y todos juntos les cantaron el himno de los jóvenes, el cual escribió Manduzio y que dice así:
Yo te llevo aquí en mi corazón, yo traigo el sello de mi creador
Los ancianos son nuestros guías y nos han inculcado una fe pura y simple, la cual está tallada en nuestro corazón por siempre.